martes, 26 de marzo de 2013

Instituto del Mar Proyecto de Invemar en Santa Marta






Desde que el capitán de la Armada Francisco Arias llegó a la dirección del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (Invemar) en 1995, ubicado en una antigua casa frente a la punta de Betín en Santa Marta, empezó a soñar con una nueva sede. A pesar de la belleza de la casona, que solía alojar a huéspedes ilustres de la ciudad, este no era el espacio adecuado para un centro de investigaciones dedicado a descubrir la diversidad marina de Colombia, un país que a pesar de ser uno de los más biodiversos del mundo, aún conoce muy poco sobre sus mares. Las cocinas del hotel se convirtieron en laboratorio; las habitaciones en oficinas, y como sala de juntas tuvieron que adaptar la terraza. La casa quedó pequeña.

Él soñaba con un Invemar que creciera y fuera de puertas abiertas, también con que el Instituto, adjunto al Ministerio de Ambiente, tuviera una sede ambientalmente sostenible que dejara la menor huella de carbono posible y que, además, albergara un museo del mar y un centro interactivo. Está convencido de que en épocas de cambio climático, los organismos ambientales deben dar ejemplo y ser consecuentes con su misión: reducir el consumo de energía, de agua y los desechos.

Con referentes como el Woods Hole Oceanographic Institution en Estados Unidos o el Ifremer en Francia, que en sus diseños aprovechan al máximo los recursos naturales, fue recogiendo ideas para pasarlas a los arquitectos que le darían cara a un modelo propio. “Demoramos años en la negociación y en la búsqueda de terreno, hasta que en 2009 se firmó un compromiso con el nuevo lote (en playa Salguero del Rodadero) y con el puerto de Santa Marta para que aportara recursos por punta Betín y por el impacto ambiental de sus operaciones. Fue una negociación difícil”, reconoce Arias, cuyo Instituto en los últimos años ha descubierto 20 especies marinas nuevas y ha identificado 250 más de las que no se tenían registros en Colombia.

El conocimiento crece y con él la necesidad de esa nueva sede que para el capitán ha sido un empeño peleado a pulso. Se invirtieron 20.000 millones de pesos en la primera fase. Para una segunda etapa, que incluirá el desarrollo de zonas verdes, el centro interactivo y proyectos diversos, se tienen presupuestados 60.000 millones de pesos. No es particularmente exorbitante, pues eso cuestan los centros de investigaciones marinas en el mundo. “Lo que se busca es tener una sede que se pueda proyectar hacia el futuro”, dice Arias.

Arquitectos en competencia
Con el sueño de una institución ejemplarizante, el capitán se acercó a la Sociedad Colombiana de Arquitectos para abrir un concurso nacional que reunió 43 proyectos. El consorcio Salas + Preciado Arquitectos fue el ganador. Alberto Saldarriaga, decano de la Facultad de Ciencias Humanas, Arte y Diseño de la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá y uno de los jurados, destaca del proyecto ganador su implantación y su imagen urbana, su localización dentro del predio, su planteamiento bioclimático y la facilidad para construirse en poco tiempo.

“La forma alargada del edificio, la posición de su eje más largo en sentido oriente-occidente y la orientación de las fachadas principales de norte a sur (el sentido de los vientos) garantizan una ventilación natural. Eso se complementó con estudios de aprovechamiento del predio, etapas futuras, arborización, sistemas de disposición de aguas lluvias, reciclaje, protección solar, generadores solares de energía y cubiertas verdes, entre otros aspectos”, explica.

Según él, con este edificio “se espera contar en el futuro con un ejemplo de arquitectura bioclimática en la costa caribe, donde a diario se construyen ejemplos vergonzosamente ignorantes del clima y dilapidadores de energía”. Datos de Naciones Unidas indican que el consumo de energía suma el 80% del aporte de los sistemas de refrigeración al cambio climático. Invemar, por su parte, al ser un edificio angosto y alto se ahorrará 38% de energía por la iluminación natural.

Los arquitectos ganadores, Darío Salas y Germán Preciado, además de estudiar con juicio el tema del viento, usaron elementos reciclados de bajo impacto ambiental. Así, para la protección solar utilizaron materiales renovables, como la madera o fibra natural y para las cubiertas verdes, material orgánico, como el maní forrajero.

“Mucho de lo que quería el Invemar es parte de una construcción colectiva, que se expresó en las bases del concurso, pero que a medida que se desarrollaba el proyecto, fue haciéndose más claro, convirtiéndose en algo real”, explica Salas. La nueva sede ampliará los espacios de 2.500 a 9.000 metros, triplicará el espacio de los laboratorios y permitirá que ahí funcione también el centro de investigaciones marinas de cinco universidades. Las cubiertas llevarán vegetación para proteger del sol, impermeabilizar y servir de aislante térmico y acústico.


“El Instituto debe ser un referente mundial porque Colombia alberga en sus costas los más importantes ecosistemas tropicales marinos del planeta, todos en un mismo territorio, con accesibilidad y con un potencial de investigación muy interesante”, insiste el capitán que en noviembre inaugurará la primera etapa de este sueño en el que ha navegado por años.

La nueva sede albergará el centro de investigaciones marinas de cinco universidades: la Nacional, la Tadeo, la de Antioquia, la del Magdalena y la del Norte.

La obra fue construida 1,70 metros por encima de las cotas de inundación para prevenir cualquier riesgo por exceso de lluvias.

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